En el marco del foro bilateral México–Estados Unidos, el conversatorio entre la chef, autora y conductora Pati Jinich y el director general de AmCham/Mexico, Pedro Casas Alatriste, ofreció una reflexión profunda sobre el rol de la cultura —y particularmente de la gastronomía— como herramienta de poder blando en la relación entre ambos países. En un contexto de tensiones políticas y desafíos compartidos, este diálogo puso de relieve cómo los vínculos culturales, lejos de ser un elemento accesorio, son un vehículo estratégico para construir entendimiento, cooperación y una narrativa común.
Pati Jinich, recientemente reconocida por The Washington Post como una de las 50 personas que están transformando la sociedad estadounidense, compartió su trayectoria personal: de politóloga e investigadora en temas de América Latina a promotora internacional de la cocina mexicana. Desde hace 14 temporadas, su serie Pati’s Mexican Table ha llevado a millones de hogares estadounidenses la riqueza culinaria de México, ganando premios como el James Beard y múltiples nominaciones al Emmy.
“He aprendido que, cuando existen diferencias ideológicas, culturales o religiosas, no hay mejor punto de partida para el entendimiento que un plato de pozole en la mesa”, afirmó.

Pedro Casas Alatriste subrayó la relevancia de estas expresiones culturales como instrumentos de diplomacia pública y como complemento necesario a las estrategias del sector privado para posicionar a México en el exterior. Jinich coincidió y compartió ejemplos concretos del impacto de estas narrativas. En la docuserie La Frontera, por ejemplo, documentó la vida cotidiana de comunidades a ambos lados de la línea divisoria, mostrando cómo la economía, la cultura y los vínculos humanos en la región fronteriza son intrínsecamente binacionales.
“Contar historias como la del origen tijuanense de la ensalada César, presente hoy en menús de todo el mundo, permite abrir puertas al diálogo desde un terreno común”, señaló.
Uno de los mensajes centrales fue que las expresiones culturales —como la música, la comida o las tradiciones— son capaces de trascender divisiones políticas y generar empatía donde el discurso público a menudo falla. “Cuando alguien comparte lo que le cocinaba su abuela, se desarma la distancia, se tiende un puente”, dijo Jinich. Esta forma de vinculación emocional, sostuvo, es indispensable para fortalecer las relaciones en tiempos de polarización.
También abordó los estereotipos y barreras que ha enfrentado como mexicana en Estados Unidos, y cómo decidió rechazar ofertas mediáticas que buscaban diluir su identidad cultural. “Me negué a borrar mi acento o a convertir los tacos en hamburguesas con mole. Aposté por una narrativa auténtica, con una visión de largo plazo”, explicó. Hoy, ese enfoque se traduce en un creciente reconocimiento de la cocina mexicana como parte del tejido cultural estadounidense, con platillos como los tamales o el guacamole ya insertos en las celebraciones y hábitos de millones.
La conversación cerró con una reflexión optimista sobre el futuro de la relación cultural bilateral. Si bien reconoció el momento político complejo, Jinich subrayó que las dinámicas demográficas, el intercambio cotidiano y la apropiación creciente de tradiciones mexicanas por parte del público estadounidense son tendencias estructurales.
“No se trata de conquistar, sino de mostrar el valor que aportamos a la mesa, al imaginario colectivo y a la vida diaria. La cooperación cultural, como los tacos, llegó para quedarse”, concluyó.
Este diálogo evidenció que el poder blando no es un recurso menor, sino una estrategia fundamental para moldear percepciones, generar cercanía y consolidar una relación más resiliente entre México y Estados Unidos.

AMERICAN CHAMBER/MEXICO
Ciudad de México | 03 | abril | 2025
108 Años conectando a la comunidad binacional